- Biografía del artista
- Eduardo Cohen
Artista nacido en la Ciudad de México, en 1939. Se formó en la Academia de San Carlos, en el México City College (hoy Universidad de las Américas) y los talleres de dibujo y pintura de los maestros Arnold Belkin, Silva Santamaría, Antonio Rodríguez Luna y Muñoz Medina. Consideró siempre al dibujo como un territorio autónomo, con la misma dignidad artística que la pintura, por lo que se dedicó a esta técnica de manera especialmente intensa a lo largo de más de tres décadas. Su obra estuvo cargada de pasión, sensualidad, humor, mirada crítica y una reiterada perspectiva irónica que intentaba despojar a los objetos y a los seres de esa pomposa solemnidad tras la que a menudo se esconden otras “realidades” distintas que Cohen se empeñó en descubrir al tiempo que construir. De ahí su inclinación hacia el dibujo expresionista como vía que opta por mostrar la realidad, no tal cual aparece a nuestros sentidos sino como la percibe una mirada intensamente subjetiva que cambia, trastoca y altera nuestras acostumbradas convenciones para expresar una emoción profundamente personal.
Cohen se dedicó, con singular empeño, a explotar las posibilidades que le ofrecían los materiales simples, como el lápiz, el carboncillo, la tinta o la acuarela, con objeto de conseguir mediante ellos, series extensas en las que daba rienda suelta a su imaginación. El resultado estuvo conformado por cientos de dibujos en los que se reiteran ciertas obsesiones temáticas que surgían de la mano del artista no premeditadamente, sino a partir de un inconsciente manifestado a través de lo que las líneas o las manchas le sugerían, lo mismo que de las exigencias de la composición impuestas por su visión estética. A medida que la obra maduraba, el dibujo académico fue dejado atrás para dar paso a deformaciones figurativas elocuentes de lo que una mirada aguda, irónica y fresca puede conseguir en su obsesión por transformar y comunicar la realidad creativamente, dándole así nuevas significaciones.
La búsqueda constante de Cohen dio pie a una insólita versatilidad. Sus referencias eran explícitas: consciente de su admiración a Francis Bacon, Grosz, Góngora, Schielle y Orozco, por citar algunos ejemplos, exploraba esos caminos compartidos con el resultado de que tales referencias eran rebasadas finalmente al imponerse en su obra su sello absolutamente personal.
Hacia fines de los años ochenta el dibujo minucioso deja paso a un ímpetu informalista de trazos violentos y simplificados a partir de los cuales su virtuosismo se manifiesta en una nueva y más libre vertiente. Unas cuantas manchas y líneas desparpajadas se extienden por el papel con soltura y maestría para expresar sintéticamente una estructura formal que impresiona justo por la intensidad conseguida a partir de una sorprendente economía de medios. El pastel va a ser usado por Cohen cada vez con más frecuencia y ello da pie a que el color ingrese en su mundo plástico como un elemento a la vez enriquecedor y desafiante. Para Eduardo Cohen, por muchos años dibujante que enfrentaba con inseguridad los retos impuestos por el color, el pastel le fue proporcionando paulatinamente una posibilidad de creación renovada mediante el manejo osado del color que fue usado análogamente con el mismo grado de libertad y aprovechamiento imaginativo del accidente.
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